A Medianoche by Nora Roberts

A Medianoche by Nora Roberts

autor:Nora Roberts
La lengua: spa
Format: epub
Tags: love_contemporary
editor: www.papyrefb2.net


Quería un libro. La lectura era para ella un placer, un placer lento y brillante. La biblioteca, con sus interminables hileras de libros, le inspiraba tanto respeto como una iglesia.

Ahora que Lucien estaba encerrado con su padre en el estudio repasando los negocios de sus propiedades y cultivos, ahora que la lluvia martilleaba las ventanas, podía entregarse a una placentera tarde de lectura.

Todavía no se había acostumbrado a disponer de su tiempo como gustara, así que entró en la estancia como si se tratara de un placer prohibido. Ya no tenía sábanas que doblar, mesas que limpiar ni bandejas que transportar.

Ya no era una criada en esta casa, sino una esposa.

Una esposa. Acarició la palabra. Todavía era tan nueva, tan impecable. Como la vida que estaba creciendo en su interior. Tan nueva que aún tenía que anunciárselo a Lucien.

Se le estaba retrasando la menstruación, y nunca se le retrasaba. Había despertado enferma tres días seguidos. Con todo, esperaría otra semana. Hablar del tema demasiado pronto podía torcerlo.

Deseaba tanto tener un hijo... Deseaba tanto dar un hijo a Lucien... Se llevó una mano al vientre mientras recorría las estanterías e imaginaba el hermoso hijo o la hermosa hija que traería al mundo.

Quizá un niño, solo quizá, ablandaría a la madre de Lucien. Quizá un niño traería la alegría a esta casa como a ella la esperanza de tenerlo le llenaba de alegría el corazón.

Eligió Orgullo y prejuicio de Austen. El título, pensó, le interesaba. Había tanto de ambas cosas en Manet Hall. Se mordió el labio mientras lo hojeaba. Era una lectora lenta, meticulosa, pero Lucien decía que era porque saboreaba las palabras.

Tropezaba con ellas, pensó, pero estaba mejorando. Satisfecha, se volvió y vio a Julián repantigado en una de las butacas de color vino con una copa en una mano y una botella junto al codo.

Observándola.

Julian la asustaba. Le repelía. Pero se dijo que ya no era una criada. Era la esposa de su hermano y debía intentar ser su amiga.

—Hola, Julian. No te había visto.

Él alzó la botella de brandy y se sirvió otra copa.

—Ese libro —dijo antes de dar un largo trago—, tiene palabras de más de una sílaba.

—Sé leer. —Su espalda se enderezó como una flecha—. Me gusta leer.

—¿ Qué otras cosas te gustan, chére?

Sus dedos apretaron el libro cuando él se levantó, y se relajaron cuando él caminó hasta la chimenea, descansó una bota en el hogar y un codo en la repisa.

—Estoy aprendiendo a montar. Lucien me está enseñando. Todavía no soy muy buena, pero me gusta. —Oh, deseaba tanto ser su amiga. Esta casa merecía calor, risas, amor.

Julián rió y ella oyó el brandy en esa risa.

—Apuesto a que sabes montar. Apuesto a que sabes montar a un hombre hasta hacerlo sudar. Puede que esos ojos cándidos funcionen con mi hermano, siempre ha sido un ingenuo. Pero yo sé quién eres y qué buscas.

—Soy la esposa de tu hermano. —Tenía que haber una forma de dar el primer paso para superar este odio. Por Lucien, por el bebé que credo en su interior, avanzo hacia Julián— Solo quiero que sea feliz.



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